Todos mis plurales siempre fueron singulares.
Porque acababa queriendo el "yo" en lugar del "nosotros" que tanto
me empeñaba en utilizar o porque, quizá, cada uno de ellos difería tanto del
anterior que apenas soy capaz de recordar si, entre unos y otros, hubo algún
tipo de conexión además de ser yo quien lo vivía.
No puedo decir que no estoy aterrada, cada vez lo estoy más
y cada vez con más fuerza, pero es algo por lo que tengo que pasar, supongo que
sí, en algún momento nos rompemos, lo bueno es tener cosas agradables para
recordar y son las que intento crear.
Tú tienes muchos singulares, quizá nosotros también los
tenemos juntos, y yo los tengo sólo contigo. Porque no sé ser de otra manera.
Sé que muchas veces me presento como una niña. Que agacho la cabeza cuando no
sé cómo comportarme, que me quedo muy callada y muy concentrada cuando los
nervios, la ansiedad, las ganas de parar, me comen.
Y también sé que son defectos de ser una chica de segunda
mano. Una persona rota. Y que con cada una de las notas que tocas que sabes que
han sido rozadas antes, pongo cara de dolor y luego finjo que no importa.
Porque soy de segunda mano y estoy rota pero sé que aún puedo funcionar
bien. Cuando consigo hacerme grande por
momentos y sonreírte con todas mis ganas.
Y sabes que no son momentos pequeños, como cuando me haces
cosquillas en los pies y yo empiezo a huirte. Como cuando acabas de follarme y
mi mano va directa a controlar tu pulso, a descansar sobre tu pecho. Son
momentos que me hacen sentir grande, me hacen sentir llena y, aunque son pocos,
son esos que, realmente, curan algo lo que siento por mí.
Porque, si tú me quieres, ¿por qué no iba a hacerlo yo?
Porque yo no me veo con tus ojos y me da rabia, en el fondo,
que tú digas que soy como piensas que soy. Porque yo no lo voy a ver así nunca.
A pesar de que a tu lado me siento un poco menos ogro. Un poco más real.
Un poco más normal.
Todos mis plurales son, en realidad, singulares…
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