miércoles, 26 de octubre de 2011

El hombre de hojalata.

"Nunca abarques más de lo que eres capaz de llevar". Esa era la frase preferida de su madre cuando ella hablaba de su futuro. Ana era capaz de reaccionar ante tales tentativas con su mejor sonrisa y seguir haciendo planes cada vez más fantasiosos y difíciles de llevar a cabo.
Planeaba viajar por el mundo, conocer todos los idiomas, leerse todos los libros y memorizar todas las canciones que había escuchado alguna vez en su vida.
Planeaba concoer hombres y mujeres, probarlo todo, no quedarse con nada sin saber cómo era.
Comer comidas exóticas, prohibidas, venenosas. Arriesgarse a nadar en mar abierto.
Disfrutar de las cosas pequeñas, dormir más de quince horas seguidas.
Sonreír sin parar.
Enamorarse.

"El amor es uno de los sueños más anhelados dentro de los sentimientos del hombre". Su madre siempre le recordaba las cosas que no debía olvidar. Ella no sólo anhelaba enamorarse, anhelaba que la correspondieran. Conocía muchos hombres, conocía tantos como había en la ciudad. Pero ninguno capaz de robarle el corazón.
Había decidido que su corazón sería para el hombre de hojalata. El hombre de ojalata, el que buscaba un corazón.
Corazón que habitaba el el pecho de ella, latiendo con fuerza.
Latiendo con fuerza y dándole la oportunidad de buscar más corazones. Más corazones como el suyo, más corazones soñadores.
Porque los sueños no mueren, se hacen reales.
Y ella se iba a enamorar. Y se iba a enamorar del hombre de hojalata.
De niña imaginaba viajar a Oz y encontrarse con susodicho personaje, y decirle "¿Quieres el mío?" Entregándoselo en bandeja de plata para que él mismo se sirviera de sus sentimientos, para que cogiera los que más le interesaban, los que les gustase y se los quedase. Todos para él. Porque ella no los necesitaría mientras lo tuviese a su lado.

Estaba segura de que se iba a enamorar del hombre de hojalata. Porque él merecía su corazón.

No hay comentarios:

Publicar un comentario