lunes, 13 de mayo de 2013

Dragones


Los días pasan y sabes que vas perdiendo fuerzas, y lo que más escuchas es que nada te sale bien.
Y lo peor es que te lo dice tu propia cabeza.

Me gustaría repetirte en cada momento que todo mejorará. Que esto está bien.
Que todo irá como debería ser. Que seguirás aquí mañana, que seguirás luchando por esto, por ti.
Porque vales la pena.


Me gustaría redactarte en un par de líneas lo que eres de verdad para mí, pero sólo puedo rezar para que encuentres la fuerza de decirte que eres más que un puñado de latidos.
Te veo apagarte a cada segundo, y me siento más culpable de no saber consolarte. Me siento más culpable de no saber qué hacer contigo.
Porque has estado ahí para curarme todas las veces que yo no he estado conmigo y que sólo quería apagarme. Y no me dejabas apagarme.
Siempre cubres mi luz con ese “poquito más” que me hace falta para seguir luchando. Con un simple “Hola” me alegras el día y me haces sentir tan pequeña y a la vez me quitas tantos miedos de encima que nunca podré explicarlo con claridad.

El mundo que construyes en tu cabeza, ese que crees que es el tuyo, ese que te enseña lo que no eres. Ese es el mundo contra el que quiero luchar. Esos dragones interiores que amenazan con destruirte a cada diez minutos, esos dragones con los que has crecido y contra los que ya no sabes luchar. Esos dragones que quiero espantar de un abrazo.

Esos dragones que me demuestran que la lucha no es en vano, esos que me dicen que puedo luchar por ti. Que puedo ganarles, que puedo hacerte feliz. Que puedo porque lo mereces y porque ya nos hemos cansado de sufrir.

Esos dragones que me tienen miedo, porque si me quedo ellos no volverán a aparecer. Esos dragones que te dicen que no lo estás haciendo bien, que, al fin y al cabo, nunca seré tuya, porque no te lo mereces.
Esos dragones no saben lo que es el miedo. No saben el pánico que me da que un día despiertes y digas “pues ya está, no era para tanto, no la quise.” Esos dragones que se juntan con los míos y construyen esos despertares extraños en los que la boca me sabe a sangre y las manos me tiemblan.


Esos estúpidos dragones que oscurecen tu cielo, esos estúpidos dragones que hacen que no veas más allá de lo que ellos te dejan ver. Que no eres un monstruo. Que mereces ser feliz y que haré lo posible porque esa felicidad sea plena. Que no saldré corriendo. Que no huiré a ningún sitio porque ningún sitio es mejor que entre tus brazos.

Que te quiero por lo que eres. Que te quiero por cómo eres y por cómo me haces sentir. Que te quiero aunque nunca te haya visto, que te quiero aunque tengamos palabras durante silencios largos y te quiero a pesar de que desaparezcas y vuelvas cuando menos me lo espero.


Que te quiero.


Y que lucharé contra todos tus miedos y tus fantasmas, que quiero arreglarte el corazón, que quiero ser más que una ilusión, que quiero ser tuya. Aunque el posesivo suena extraño.
Y yo no me voy a rendir, porque yo lucharé por ti. Por dulce que te suene. Por romántico que parezca, te lo digo más como amiga que como jodida enamorada.

Porque antes de estar enamorada de ti, era tu amiga. Y porque, aunque ahora lo esté, no puedo imaginarme en un mundo en el que tú no estás para mantener mi luz encendida.

Que te quiero, sí, te quiero.
 Y no quiero que te autodestruyas más, que lo que quiero es ayudarte a construirte. Aunque de golpe decidas estar sin mí. Por lo menos estarás entero.

Que te quiero.

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