Hola, soy yo otra vez...
Sé que estarás cansado de mí, por eso prefiero dejarte esto
en el buzón de voz. No me canso de llamarte, sobre todo porque es el único modo
de escucharte. Aunque sólo digas “deja el mensaje”, lo que me recuerda…
No me rendí, ni siquiera las veces que caí, aunque supe que
no era buena compañía para nadie. Pero no pasa nada. Sé que estabas ahí cuando
me hacía falta.
Porque siempre creíste en mí, aunque ni siquiera pudiera
levantarme de la cama. Aunque ardiera mi interior.
Aunque me hiciera esas heridas estúpidas mientras me mirabas
con cara de “no lo hagas.”
Como si alguna vez hubieras dudado de que fuese a
hacérmelas.
Sé que no he sido la mejor persona que puedes echarte a la
cara, sé que nunca he sido fuerte, al menos no tan fuerte como creías.
Construyo todo esto con los recuerdos que tengo de mí.
Contigo, pero son de mí. Yo era así. Así como me conociste, me hiciste creer en
que nunca te rendirías y, aunque lo hiciste, construiste una persona que yo
daba por perdida.
Nunca me rendí. Nunca me rendí. No lo olvides. Porque sigue
adelante mi camino, sigo dando pasos, uno tras otro, como tú querías que
hiciera. Y nunca más volví a tener miedo, porque tú me enseñaste que eso no era
real.
Que el miedo vive en mi cabeza, igual que estaba en la tuya.
Y nunca te rendiste para que yo no lo hiciera. Nunca dejaste de sentir.
Me siento orgullosa de que me construyeras aun cuando sólo
era un palacio en ruinas. Tú amor nunca me falló hasta ese momento.
Nunca lo hizo porque tú nunca lo harías. Nunca te rendirías.
¿Verdad? Nunca lo harías.
Aunque lo hayas hecho, sé que no lo harías.
No es real, no estás ahí. Sigues a mi lado en la cama.
Durmiendo como cada noche.
Todo lo que me queda es este mensaje con tu voz diciendo “deja
el mensaje”.
Todo lo que me queda es ese recuerdo.
Te echo de menos. Cada día más.
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