domingo, 23 de junio de 2013

Aceptamos el amor que creemos merecer

Esta es la última carta. Esta, y no hay nada más que añadir.
Tal vez sea sólo cuestión de tiempo que llegue a unas manos, de esas que siempre terminan salvándome de mí misma.
O tal vez sea porque quiero salvarme a mí misma que necesito esto.

Me estoy ahogando. No es sólo que me esté ahogando y agotando físicamente, es que ya no me queda ni la mitad del espíritu que fui.

Fui luchadora, incansable, valiente. A ratos hipócrita, con quien nunca tuve que serlo. Hice daño y amé por igual, siempre demasiado, aunque no a las mismas personas.

La verdad es que aquí el tiempo no termina de pasar. Los días son todos iguales, unos a otros. Y sabes que nada va a mejorar porque llevan siete meses y tres días siendo iguales. Unos a otros. Y siempre iguales.
Y no lo puedes evitar.

Al contrario, lo único que puedes hacer es callarte con tu rutina y tu estúpida monotonía, impedir que alguien más se entere y se amargue por ti. Porque sabes que nada pueden hacer por ayudarte.

Porque tal vez no quieres que te ayuden.
Siempre te ha gustado ser una mártir. Una fracasada. Al fin y al cabo, aprendiste a ser así. Aprendiste a despreciar tu vida, a que te diese igual un hombre que otro, a que tus sonrisas fuesen bombas de relojería con mecanismo similar a tus lágrimas.

Aprendiste, o eso dices, que los hombres, las mujeres, el amor que das y el que recibes, nunca será recíproco. Y que todas las personas de tu alrededor, por un motivo u otro, mienten.
Mienten.

Y los que dicen que n lo hacen, lo hacen de igual manera. Ya sea en su entorno familiar o en su vida personal, o en sus amistades, mienten.

Hay cosas que no se cuentan por miedo o debilidad, y tú has sufrido las dos durante demasiado tiempo. Has intentado apoyarte en ser fuerte por los demás porque no has sabido cuidar de ti. Y te entiendo, créeme que te entiendo.

Te entiendo demasiado bien.

Te has dado cuenta de que te has quedado sola cuando las historias que tienes que contar son cada día las mismas, cuando las anécdotas que se supone que deberían hacerte reír te hacen llorar. Porque son buenos recuerdos y buenos momentos que no vas a volver a vivir.

Y es así, porque tú misma has metido la pata y has hecho ese daño. Y has infringido más del que realmente está permitido.

Pero sigues permitiéndote eso cada día. Dejando que chicos como él, que chicos maravillosos con mentes brillantes, con susurros  guardados repletos de todo eso que quiere darte, con todo ese amor que no puede caber en un solo pecho, te digan que te quieren y tú sigues buscando la manera de huir porque ya sabes que esos "te quiero" que puedas contestar, tarde o temprano dejarán de hacerlo.

Porque siempre te cansas.

Has sido objeto y has sido dueña. Has sabido buscar cuando te interesa. Has sabido a quien acudir cuando quieres matarte y a quién buscar cuando la ansiedad te gana.

¿Qué haces aquí esta noche? ¿Crees de verdad que esto te va a salvar la puta vida?

¿Crees de verdad que vales más que estas letras que te empeñas en escribir?

Para, para ya, porque estás haciéndolo todo mal.

Para.
Para.
Para
Para.
Para.
Para.
Para.
Para.
Para,
Paraparaparaparaparaparaparaparaparaparaparaparaparaparaparaparaparaparaparaparaparaparaparaparapara.

No hay comentarios:

Publicar un comentario