martes, 16 de julio de 2013

...

Condenar al café en las curvas de tus caderas, no había mejor forma de despertarse que estando ahí. Insinuabas con todo el cuerpo, con la punta de tu cabello, que cada mañana serías para mí. Insinúas, de hecho, que el roce de tu espalda con mi pecho al anochecer es lo que más calor te da y todo aquello que te salva. Tal vez pudiéramos ser más hombres los que hayamos pasado por tu vida pero, querida, sabes que la resurrección de los besos que han muerto entre esos versos a los que llamas piernas puede costarle a muchos hombre verdades que son eternas. Ta vez como el amor que ofrecen, aunque aceptas que sea una noche, una noche que para siempre se queda entre nosotros. Tu cuerpo, el mío, asombroso hastío, como un bucle sin fin, como siempre, por ti. No aprendes, no quieres, no te hace falta saber más. Eres como una gata en celo, tal vez como cualquier otro animal que aprende a moverse tan frágil y sigilosamente que no nos damos cuenta de cuándo vas a despertar, y nos dejas a todos con la boca abierta y temblando, tal vez gimiendo de felicidad. Pero no, no es aposta, nunca has sabido a qué te arriesgas, que crees que no sabemos que todo aquel que pasa por tus piernas se enamora perdidamente, que crees que no sabemos de dónde viene tanto despecho.

Que escribes de amor como si ningún daño te hubieran hecho, pero todos sabemos dónde fallaste, dónde nos equivocamos, en qué tiempo te buscamos. Todos sabemos cuál es tu punto débil, y no mencionamos nada sobre él, aunque todos tenemos claro que lo que buscas es serle infiel, con uno, con otro, con todos aquellos en cuantos sueles confiar, porque no sabes parar el deseo, las ansias que tienes de volver a amar. Y, a la mañana siguiente, nos ves a nosotros ahí, en tu cama, junto a tu pecho, durmiendo cerca de ti, y sabes, porque no olvidas, qué fue lo que salió mal. No te perdonas un solo minuto para decir que ya no más.

Y te vistes, siempre en silencio, callada como tu soledad. Te vistes buscando a tientas un poco de aquella felicidad. Pero no la rompiste tú, son tus sueños que van más allá. Y por soñar, despertaste y aún te cuesta aterrizar. Que no eres una niña, que pasas de treinta y más allá. Que eres una soñadora que no termina de madurar. No quieres hacerlo porque sabes que eso te mataría.

Y por eso nos gustas. Porque eres esa niña inocente en el cuerpo de candela, en el cuerpo del pecado, tu vientre es perdición. Esas piernas, esos pechos, las caderas bien marcadas, despeinada, desmaquillada y aún hay belleza en tu mirada. No te das cuenta de qué es lo que nos haces a todos aquellos que en tu cama nos deslizamos. No te fijas en cómo te miramos y nos obligas a enamorarnos. Sabes que eres la pasión, la bendita fruta prohibida, sabes que eres obsesión y que nos dejas sin salida.

Y todos sabemos qué te tiene tan herida, pero tranquila, juramos que ninguno de nosotros volvería a hacerte daño.

Al fin y al cabo, sólo somos los dedos de tus manos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario