lunes, 22 de julio de 2013

La boda perfecta.


A Summer. 




- ¿Quién cree en una boda perfecta? Esos trajes y la gente vestida de largo, como si fuera realmente necesario. Como si esa celebración tuviese que ser así. como si a alguien le importase. Esa iglesia enorme y el cura perlado en sudor, leyendo de ese estúpido libro gordo las palabras que "nos unirán para siempre". ¿Cuánto tiempo es 'para siempre'? ¿Cuánto tiempo exacto implica un 'para siempre'? ¿Qué idiotez es esa?
Es como llevar el vestido blanco. ¿Blanco? ¿Y si llueve? o peor, ¿y si me caigo? ¿y si me baja la regla justo ese día y yo no me he dado cuenta? ¿Y si lo piso? ¿De verdad alguien ve lógico que yo fuese de blanco? Y las flores, oh, las flores. ¿Y si a alguien le dan alergia? ¿Si alguna llega con espinas y algún niño las toca y se hace daño? Yo no quiero llenar una iglesia de flores. Ni siquiera creo en las iglesias.
¿Y el arroz? ¿Y si me resbalo de los tacones? ¿Quién va a recoger ese estropicio después? ¿Y quién me va a ayudar a quitarme después todo el arroz del pelo? ¿Lo ves lógico?
Y ni hablemos de banquetes, de dónde colocar a la familia, de dónde van los invitados, de si está bueno el menú, que esos menús mínimos para que todo el mundo quepa apretados en sus trajes ya no se los cree nadie, es ridículo, para los niños cosas fritas, chucherías, los centros de mesa, más flores, velas, alcohol, fiesta.
Y con familia que puede que no veas desde hace un millón de años y que no les intereses lo más mínimo. Las charlas con los suegros, hablando de bebés y de familia, y de sentar la cabeza, los ingresos familiares, el trabajo, la lealtad.
Oh, por favor, cuánta banalidad en un solo evento. No, no. No me voy a casar. Nunca. Jamás.

-¿Qué hiciste después?

-Le pedí que se casara conmigo.

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