Con el alma de charol
sábado, 27 de agosto de 2016
Derecho a la risa
miércoles, 3 de agosto de 2016
1999
domingo, 19 de junio de 2016
Primavera
Si veía mis piernas temblar, sus manos se deslizaban de mis muslos al ombligo y me rogaba que respirase. Me recordaba que todo iba a ir bien. Y se quedaba ahí.
Me sorprendía a mí misma buscando sus manos cuando estaba a solas y me empezaba a ahogar. Mis dedos en mi estómago. Mi respiración agitada. Mis ganas de abandonar, la sensación de pesadez. Su voz a través del teléfono, cantando aquella melodía que me gustaba si salía de sus labios.
"Todo va a ir bien, pequeña, todo va a ir bien."
Y yo le creía. Porque en sus labios el mundo era perfecto mientras yo siguiera en él. Porque en sus labios no temía a nada. Era valiente y él estaba orgulloso de que yo fuera tan fuerte. De haber superado todo lo que había destrozado la persona que yo era.
Y le creía. Cantaba con él mientras las lágrimas inundaban mi almohada. Mientras me contaba que no hay ningún universo en el que yo no me pueda querer. Mientras me susurraba que, si yo no lo hacía, él lo haría por los dos.
"Dicen que nos parecemos mucho. Y, si es verdad, nunca me quise tanto como me quiero ahora mismo. Como te quiero ahora mismo."
Un beso. Un "todo va bien".
Un "no me voy a ir".
Un "no te vas a rendir si ya has llegado hasta aquí".
Te quiero. Así.
Nos quiero. Así.
lunes, 23 de mayo de 2016
Todos mis plurales siempre fueron singulares.
sábado, 1 de agosto de 2015
Volver
Volver.
Volver a casa.
A donde terminan todos los caminos.
Volver a la tierra, al universo.
Volver a revivir viejos besos.
Hasta ahí llega la vida.
Hasta donde tenemos que volver.
Hasta donde dejamos los momentos.
Hasta donde rompimos los sueños.
Volver a la tierra.
Al Teide, a sus verdades.
Al viento frío que nos recuerda
que los veranos acaban.
Lo importante es el camino
Del corazón que se renueva.
Es llegar a tu destino,
donde el corazón despierta.
Llámame hogar si tienes frío.
Lumbre si te oscureces.
Bandera blanca del enemigo.
Nieve sin río,
del mar de nubes.
Yo soy la tierra,
las costumbres
de playa y monte
de nuestro sino
sábado, 11 de julio de 2015
Sangre con sabor a sangre.
Si solamente me vieras como yo te veo,
sin desprender lo malo y quedarme con lo bueno.
Si fueras capaz de verme como yo te veo,
tu cuerpo desnudo y sin miedo,
mi cuerpo desnudo y con ansias.
Quizá la vida sería más fácil si fueras tú quien me desnudara.
Quizá si mis manos no tuvieran que deslizarse bajo mi ombligo.
Que mi clitoris no tenga que reconocer más mis huellas.
Echo de menos la historia en la que éramos dos.
Aquella que contaba que mi soledad es sólo un espejismo.
Que eras capaz de llenar todos mis abismos y de salvar la caída.
Ahora, mientras más me escucho, más se suicida la tranquilidad que me quedaba junto a ti.
Ahora no me escuchas. A gritos me pido, a gritos te ruego un poco más.
Una mirada lasciva, complicidad.
Un gesto de cariño, como si fuera un ave rapaz.
Mendigando amor en las esquinas que fueron nuestras.
En aquellas a las que vas conmigo, donde ya no me besas.
No recuerdo cuántas farolas nos han visto lamernos los labios.
Sé que también me han visto lamerme las heridas.
Sólo espero que esta vez no me arrastre la marea.
No sé si quiero nadar
jueves, 9 de julio de 2015
Mel.
Solía dormir con esas largas batas de pijama antiguas tan cercanas a su personalidad como el siglo al que pertenecían. Había nacido después que yo, pero nunca importó porque compartíamos las mismas pasiones. Las que se esconden entre las letras.
Pasábamos noches en vela compartiendo historias que nos dejaban siempre con una sonrisa.
Pasábamos noches a solas donde nunca nos dejamos perder la vida.
Como siempre pasa en estas historias, ella enfermó y yo estuve ahí.
La huella del desamor deja marcas horrorosas en el alma, y algunas llegan a la piel.
Las de ella llegaban a los huesos. Quizá yo no era inconsciente de todo lo que pasaba pero amaba tanto la autodestrucción que me era imposible odiar la suya aún a pesar de que podía quererla todo lo que el pecho permite.
La dejé ir, como quien libera las cosas que ama para que fuera feliz. La dejé ir.
Ahora ya no queda nada de sus escuetos vestidos, ni de aquel de las flores con su fondo dulce y amarillo.
Ya no queda nada de su cuadro de Frida colgado en el patio ni de sus rizos anaranjados.
Aún la recuerdo con el rubor en las mejillas. Con el miedo que le daba el cruzarse conmigo por los pasillos.
Recuerdo verla irse a pocos metros de mí.
Hay cosas más estúpidas que la muerte.
El olvido siempre ha sido peor.