Y te enganchas. A los latidos del corazón acelerados. Al sonido de los gemidos, las respiraciones agitadas, a las manos contra tu piel. A tus manos buscando dónde agarrarse para no caerte, a las piernas temblando de placer, a la humedad de tu intimidad, a la facilidad de entrada y salida. Al bamboleante movimiento de su cuerpo contra el tuyo, al débil cosquilleo del bajo vientre que va aumentando por momentos. A la locura que se desata en tu cuerpo cuando sabes que la otra persona pronto se sumirá en el máximo éxtasis de la relación, en el momento de placer máximo.
Y te enganchas a ese cuerpo, al tuyo, y piensas en ese encuentro con tus manos mientras te preparas para el siguiente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario