lunes, 13 de mayo de 2013



No vengo a hablar de amor.
Tal y como está repartido esto de querernos, tal y como estamos, cada uno por su lado, me siento un poco vacía y, a la vez, tan llena, que no soy capaz de expresarlo.
He intentado de mil maneras que esto no vaya así, que no me haga falta pensar en ti, que el mundo siga girando. Y no es algo que se me dé mal, nunca se me ha dado nada mal.
El problema es que mi mundo ya no era cosa mía cuando te fuiste. El problema es que sigue girando incluso cuando yo no quiero girar.
“Que paren el mundo, que me bajo”. Decía Groucho Marx sabiamente.
De este mundo que me hace partícipe de un nuevo amanecer cada mañana. De este mundo que, en solitario, suena siempre a melancolía.
Por el momento, a dulce melancolía.
Cada día es más monótono que el anterior, pero no hay problema. Siempre hay alguna forma de mejorarlo. Siempre la hay. Pero nunca sé encontrarla.
No me suena a que esto haya tenido que ser así porque sí.
No creo en el destino, pero sí en que cada uno se labra su futuro.
No creo en el destino pero sí en que decidimos nosotros mismos qué hacer.
Qué hacer de nosotros. Y yo me cansé de hacer de ti.
No, no vengo a hablar de amor.
Tal vez a decir que, otra vez, te he olvidado.  

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