Se baja el telón y el teatro queda en silencio. Por primera
vez en años, no escucho ni un aplauso.
-Esta será tu última obra- le escuché decir a mi agente.
Sigo sin creerle, no puede ser así.
Se sube el telón, lleno de polvo. Nunca me gustó ese olor.
Odiaba el crujir de ese escenario cuando paseabas por él.
“Esta será tu última obra”.
No podía tener razón. Pensé en hacerlo mal. En interpretarla mal. En desahogarme y decir
todo lo que pensaba de él. En desahogarme y decir todo lo que pensaba de
aquella farsa en la que estaba envuelta. El teatro.
“Esta será tu última obra.”
El filo del cuchillo del adiós, la despedida. El público
espera fuera, intranquilo, sólo quieren que empiece, disfrutar. Desprenderse de
sus tediosas vidas durante algunas horas. Darse a las nuestras, nunca al actor,
siempre al personaje.
La sala se empieza a llenar. Escuchamos los murmullos de la
gente, la música. Albinoni en mis oídos, y en los del resto del elenco.
Colocamos los micrófonos bajo la ropa. Nunca me gustó llevar ese punto en la
frente. Que todo el mundo supiera de dónde sale la voz. Que aprendes a
modularla desde el corazón.
“Esta será tu última obra.”
Y no quiero romper a llorar. Quiero romper a golpes contra
el escenario, contra el decorado. ¿Qué sabrá él de actuar? Si sólo nos mira
tras el decorado, entre bastidores. Y habla con los directores de cuánto debo
cobrar.
¿Qué sabrá él del teatro, o mejor, de mí? ¿Qué sabrá él de
todo lo que llevo dentro?
“Esta será tu última obra.”
Y ladro a Adela sobre todas las cosas, odio a Bernarda como
la primera vez. Rompo el bastón, grito. Amo con toda mi furia a Pepe, defiendo
qué es lo que siento. Lucho.
“Esta será tu última obra.”
Su voz no deja de resonar en mi cabeza. Muere, maldito
susurro, no debes más que torturarme ahora. Ese es tu cometido, que me sienta
tan culpable que todo lo que tengo se desmorone. Muere, maldito gemido salido
de sus labios, cómo lo disfrutaba el muy pervertido.
Siempre he sabido que no le caía bien. Siempre he sabido que
esto sería sólo por el dinero que quería ganar conmigo. El provecho que quería
sacar de mí.
“Esta será tu última obra.”
Tal vez no haya sonado así. No se le veía muy convencido
esta noche, casi diría que tenía ganas de huir. Puede que lo haya exagerado
todo, sí. Pero aún no me retiro, no aquí. No hay despedidas, no me pienso ir.
“Esta será tu última
obra.”
Como si él decidiera cuándo me tengo que ir. Salgo de
escena. Entonces lo oigo venir, da unos pasos hacia mí y me mira.
“Esta será tu última obra.”
No deja de repetirlo y yo sigo sin entender por qué. No
quiero dejar mi mundo, mi realidad nunca ha sido tan cruel. He tenido que
luchar duro por lo que tengo. He tenido que ser mil veces Adela, mil veces
Melibea, mil veces quien quiera que tocara en ese momento.
Y nunca me quejé, nunca me negué. Siempre fui doncella,
siempre…
Siento el sudor frío recorrerme la espalda. Siento
escalofríos, no puedo respirar. Doy otro trago a mi botella de agua. Busco la
fuerza para preguntar de qué habla. Pero toca salir a saludar.
Bajo semi a tientas, con el temblor de mis piernas. Busco el
aire del escenario por última vez, y no lo encuentro. La gente aplaude, puedo
oírlos. O al menos eso me parece. Se me nubla la vista, deben ser las lágrimas,
nunca me gustaron las despedidas.
Y caigo contra la madera. Y poco más puedo hacer. No escucho
al público aplaudir. No escucho el rugido de las risas de mis compañeras, como
en cada actuación. Simplemente el silencio.
“Esta será tu última obra.”
No hay comentarios:
Publicar un comentario