miércoles, 31 de julio de 2013

Los poetas no van al cielo.

No querías ser poeta y, aún así, lo eras.
De tus manos salían las mejores palabras, de tu mente, las mejores frases, los mejores versos te salían del alma, incluso cuando intentabas no ser lo que tantas veces repetía que eras.
De tus ojos, los poemas salían solos, la forma de mirar, la forma de sentir, de escuchar.
No hablemos de tus labios. Los poemas que salían de tus labios, pegados a los míos, ya fuera susurrando, hablando, discutiendo,gimiendo, hasta riendo, todo sonaba a poesía.

No querías ser poeta y, aún así, lo eras.
Cuando tus palabras se deslizaban sobre el folio que tenías delante, cuando jugabas con las luces apagadas a poder con todo, a poder contra mí, a poder contra el mundo.
Cuando susurrabas de noche que no querías perderme y yo te sonreía desde mi lado de la cama.
Incluso cuando me veías pasar distraída, buscando cualquier cosa a la que prestarle una mínima atención.

No querías ser poeta y, aún así, lo eras.
Cuando acariciaba mis cuerdas vocales y tú me pedías una canción tras otra, mientras yo te pedía que no me lo pusieras difícil, aunque me era fácil complacerte, como a ti hacerme sonreír.
Desnudándome el alma en cada palabra, desgarrando con tus manos todo el dolor que me rodeaba, besando las heridas más profundas para que me olvidase de que existían.

No querías ser poeta y, aún así, lo eras.
Porque poeta no es aquel que escribe versos, poeta no es aquel que rima una palabra con otra, le da forma y una métrica casi estudiada.
Porque poeta no es aquel que escribe casi a diario las cosas que salen de su cabeza, ni aquel que se mata por escribir más de tres versos sobre la página en blanco.

No querías ser poeta y, aún así, lo eras.
En cada momento en que tu mirada se cruzaba con la mía y notaba cómo toda esa poesía crecía entre nosotros, en tu mirar de tristes ojos directamente a esos cálidos míos, directamente al hastío que quedaba en mi alma nada más entrar en soledad.

Eras poeta de historias de amor que nunca existieron. Que quizá alguien imaginó en algún café, o que alguna niña soñó mientras jugaba con sus muñecas.
Incluso, quizá, eras el poeta de alguna de esas historias que yo misma escribí.

Pero no querías ser poeta, aunque ya lo fueras, porque decías que ese título era mucho para ti. Porque los poetas no van al cielo, no se codean con ángeles de blancas alas, apenas tienen más que tabaco y alcohol, unos versos mal enredados que después se ordenan en el folio, unas manos con las que palpar cada rincón del cuerpo de cualquier musa que llegase tarde a ti, pronto a tus caderas.

No querías ser poeta porque no sabías como serlo. Y, aún así, lo eras.

1 comentario:

  1. Después de la primera frase aún podrías añadir un guión de mí diciendo: "Mira quién habla" :)

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