Quisiera
escribirle, decirle que lo más bonito que he visto en este mundo es su sonrisa.
Quisiera decirle y que le quedase claro que todos los momentos que pasamos
juntas, a través de esta pantalla me llenan todo lo que he podido sentirme
llena desde que estoy aquí, en esta estúpida cárcel que no tiene más barrotes
que la barrera de los kilómetros.
Quisiera
decirle que sé cuando no está bien y que me da miedo preguntarle qué le pasa
cuando sé que no lo está.
Quisiera
decirle que su risa es la mejor melodía que pueden escuchar mis oídos, hasta
ese día en que pueda dormir sobre su pecho y escuchar sus latidos, el sonido de
que sigue viva, de que cada uno de los “pum” de su corazón hacen que al mío le
dé un vuelco.
Quisiera
decirle que extraño el tacto de sus manos en mi cuerpo aún sin haberlas tenido
cerca.
Quisiera
decirle que las gafas le quedan preciosas, que tiene esa forma de mirarme,
embobada.
Quisiera
decirle que cada vez que se muerde el labio pienso que el mundo termina ahí, en
ellos.
Quisiera
decirle que, aunque no conozca toda la música que escucha, disfruto
escuchándola cantar canciones que en algún momento de mi vida aprenderé
solamente de escucharlas salir de sus cuerdas vocales.
Quisiera
decirle que cada momento que paso en este ordenador, que cada segundo que miro
al móvil sin saber que decirle, que cada silencio cómodo que formamos, es parte
de mi vida desde aquel juego inocente sobre mi necesidad de un cigarro, del
humo que salía de su boca.
Quisiera
decirle que sí. Que sé que no se considera perfecta pero que hasta sus defectos
me lo parecen.
Quisiera
decirle que cada momento del día en que la siento lejos (que no distante, eso
nunca) me hace darme cuenta de por qué he de luchar, que el mejor motivo es que
me dé los amaneceres que me faltan a su lado, que no se hace de día si no la
veo sonreír.
Quisiera
decirle que es verdad que huele a vicio, que huele a que no voy a poder
acariciarla lo suficiente durante toda mi vida como para sentir que le he
devuelto todas las caricias que me da con su alma.
Quisiera
decirle que con cada sonrisa que me da pierdo la vida, pero no soy capaz de
decirlo porque nunca se me dio bien expresarme hablando, que la mejor forma de
que yo me exprese con palabras es encontrándome en esos momentos en los que aún
no me ha encontrado realmente, que aún no me ha visto antes de dormir
susurrarle al oído todo lo que siento, que no me ha visto lo suficientemente
enfadada como para defender esto a capa y espada.
Quisiera
decirle algo más que “te amo” cuando la encuentro distraída.
Quisiera
decirle algo más que lo preciosa que la veo todo el tiempo, pero no puedo. No
puedo porque no encuentro otra palabra mejor para describir todo lo que es.
Quisiera
decirle que espero con ansias el momento de “ya tengo el pasaje, de verdad, y
soy para ti.”
Quisiera decirle que sus labios son perfectos.
Que son más perfectos de lo que veo los míos y que mi obsesión cambió de labios
hace tiempo.
Quisiera
decirle que cada minuto, cada segundo que la veo distraída no puedo dejar de
pensar en que todo va a ir bien y que podría acostumbrarme a tenerla a mi
alrededor las veinticuatro horas del día haciendo cualquier cosa, que no me
cansaré nunca de que sea así como es.
Quisiera
decirle que me da miedo, me aterra, la idea de que me vea en uno de mis
momentos de bajón.
Quisiera
decirle que me da pánico que me dé uno de mis ataques de paranoia o ansiedad
con ella y que no sea capaz de controlarme y termine haciéndonos daño a las
dos.
Quisiera
decirle que evitaré por todos los medios que eso pase, que me ha vuelto a dar
un motivo para levantarme todas las mañanas.
Quisiera
decirle tantas cosas que no se pueden expresar con palabras que sólo soy capaz
de desear y luchar por el momento de tenerla cerca de mí. De poder hacerla
sonreír de verdad. Cara a cara.
Quisiera
decirle…
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