jueves, 21 de noviembre de 2013

Quizá es por el 22


Revoltosa.
Te quiero, revoltosa.

Quizá porque puede que toda mi vida empezó a fluir desde aquella primera broma del cigarro y el probarlo de tus labios, o jugar con los míos. Porque mi corazón empezó a latir de nuevo con esa velocidad desembocada que hacía tiempo que echaba de menos.

Quizá porque la distancia es traicionera y al principio parecía todo más sencillo de lo que realmente es, pero nunca nos gustaron las cosas fáciles y, por eso, nosotras mismas no lo somos. Y por eso, nuestra relación tampoco lo es.

Quizá porque cada mañana que me suena el móvil con un “llegas tarde” o con un “buenos días, preciosa” me despierto con una sonrisa de oreja a oreja y un “te amo” escrito con los labios. Sobre tu piel, si estuviéramos más cerca, pero por ahora, susurrado al teléfono.

Quizá porque conozco tus inseguridades y tus miedos, que son cosas que sé que voy a poder aguantar durante toda mi vida.

Porque te amo incondicionalmente.

Quizá porque llegaste a mí siendo tan cercana y estando tan lejos a la vez que traspasaste lo que quedaba de una coraza destrozada por algunas manos torpes que no supieron cómo tratarla.

Quizá porque eres incorregible e irreemplazable, porque crees que escondes bien ciertos de tus defectos, pero las dos sabemos que, realmente, nos conocemos mucho más de lo que nos decimos.

Quizá porque sabes más de mí que yo misma, e incluso que mucha gente que tengo a mi alrededor.

Quizá porque has hecho conmigo lo que nunca esperé que nadie hiciera. Afrontar mis miedos y las partes que dan miedo de mí con la valentía digna de una persona como tú. Fuerte, diferente.

Quizá porque tienes los ojos marrones y te cambian de color, o porque tu pelo no se deja peinar y le gusta ir a todas partes.

Quizá porque tienes una sonrisa que compite con cualquier amanecer, o porque tienes unas manos que deben ser el paraíso para acariciar, para besar, para agarrar por la calle.

O porque, si pudiera, te bajaría la luna a saltos de pecho contra el cielo, como los que tengo cada vez que te veo, sólo para que nos acostásemos en uno de sus cuartos y nos riésemos de los mortales mientras nos comemos a besos los lunares y todo lo que está relacionado con aprender a ver las estrellas.


Quizá porque hoy es 22 y no es otro día cualquiera.


O quizá porque has conseguido que sienta lo que nunca he sentido con nadie, aún estando a más de 6.800 km de mí. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario