Revoltosa.
Te quiero, revoltosa.
Quizá porque puede que toda mi vida
empezó a fluir desde aquella primera broma del cigarro y el probarlo
de tus labios, o jugar con los míos. Porque mi corazón empezó a
latir de nuevo con esa velocidad desembocada que hacía tiempo que
echaba de menos.
Quizá porque la distancia es
traicionera y al principio parecía todo más sencillo de lo que
realmente es, pero nunca nos gustaron las cosas fáciles y, por eso,
nosotras mismas no lo somos. Y por eso, nuestra relación tampoco lo
es.
Quizá porque cada mañana que me suena
el móvil con un “llegas tarde” o con un “buenos días,
preciosa” me despierto con una sonrisa de oreja a oreja y un “te
amo” escrito con los labios. Sobre tu piel, si estuviéramos más
cerca, pero por ahora, susurrado al teléfono.
Quizá porque conozco tus inseguridades
y tus miedos, que son cosas que sé que voy a poder aguantar durante
toda mi vida.
Porque te amo incondicionalmente.
Quizá porque llegaste a mí siendo tan
cercana y estando tan lejos a la vez que traspasaste lo que quedaba
de una coraza destrozada por algunas manos torpes que no supieron
cómo tratarla.
Quizá porque eres incorregible e
irreemplazable, porque crees que escondes bien ciertos de tus
defectos, pero las dos sabemos que, realmente, nos conocemos mucho
más de lo que nos decimos.
Quizá porque sabes más de mí que yo
misma, e incluso que mucha gente que tengo a mi alrededor.
Quizá porque has hecho conmigo lo que
nunca esperé que nadie hiciera. Afrontar mis miedos y las partes que
dan miedo de mí con la valentía digna de una persona como tú.
Fuerte, diferente.
Quizá porque tienes los ojos marrones
y te cambian de color, o porque tu pelo no se deja peinar y le gusta
ir a todas partes.
Quizá porque tienes una sonrisa que
compite con cualquier amanecer, o porque tienes unas manos que deben
ser el paraíso para acariciar, para besar, para agarrar por la
calle.
O porque, si pudiera, te bajaría la
luna a saltos de pecho contra el cielo, como los que tengo cada vez
que te veo, sólo para que nos acostásemos en uno de sus cuartos y
nos riésemos de los mortales mientras nos comemos a besos los
lunares y todo lo que está relacionado con aprender a ver las
estrellas.
Quizá porque hoy es 22 y no es otro
día cualquiera.
O quizá porque has conseguido que sienta lo que nunca he sentido con nadie, aún estando a más de 6.800 km de mí.
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